sábado, 2 de noviembre de 2013

COOPERATIVISMO


Por Félix Rodrigo Mora


El cooperativismo, por sí mismo, nunca ha sido una alternativa de superación del capitalismo, porque lo impide la legislación emitida por el ente estatal, el orden social como totalidad con fundamento en la legislación positiva, la naturaleza concreta -construida desde arriba- del sujeto, el sistema imperante de disvalores e inmoralidad, el colosal aparato de aleccionamiento, el horror del trabajo parcelado y el modo de producción capitalista. En su desarrollo, la empresa cooperativista tiene ante sí tres posibilidades: quedarse como una realidad insignificante y mortecina que en nada modifica las condiciones sociales en el nivel macro, desaparecer asfixiada o desarrollarse según un modelo capitalista, que paga sustanciosos impuestos al Estado, se endeuda con los bancos, explota a sus trabajadores y entra en quiebra en ésta o la siguiente crisis económica.

El cooperativismo, lejos de ser una alternativa al capitalismo, es uno de sus complementos. Al ser capaz de movilizar a ciertos sectores de trabajadores ingenuos, que se entregan a un sobre-esfuerzo descomunal creyendo trabajar para ellos mismos, contribuye a fomentar nuevas empresas, a renovar el capitalismo, a enriquecer a la banca y a hacer más poderoso al Estado con los impuestos que aporta.

Quienes son alentados a que se desentiendan de la idea, el proyecto, el programa y la práctica de la revolución para crear cooperativas, por sí mismas abocadas a la nada o a ser el capitalismo del mañana, deberían entender que están siendo manipulados por una forma bien sibilina de propaganda pro-capitalista.

Lo dicho no debe interpretarse como una negación del cooperativismo aquí y ahora. No, en modo alguno. Sólo significa que éste ha de cumplir cuatro condiciones. La primera es que en cada caso concreto se fundamente en ideas realistas y sensatas, comprendiendo las posibilidades pero también los límites y limitaciones del cooperativismo bajo el capitalismo. La segunda reside en que haya roto con el economicismo, con la noción burguesa de que el ser humano está determinado por la economía, la pitanza y el soma, sin consideración hacia su realidad y necesidades espirituales. La tercera cuestión es que tal cooperativismo ha de estar completamente separado del ente estatal y del capital, en particular de las “ayudas” estatales y de los créditos bancarios. La cuarta es que tiene que situarse dentro de la estrategia de revolución integral y a su servicio, considerando que será la revolución integral, y el cooperativismo como parte de ella, la que pondrá punto final a la dictadura del capital, esto es, a la dictadura de su promotor y sustentador, el Estado.





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